El accidente cerebrovascular es el resultado final de un heterogéneo grupo de comorbilidades que afectan la vasculatura del sistema nervioso central, que produce isquemia y alteración del metabolismo neuronal y que tiene una gran gama de presentaciones clínicas, cada una con sus características especiales.
Está demostrado de forma clara el beneficio que reporta al control de la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, el abandono del hábito de fumar y la promoción de un estilo de vida físicamente activo, entre otros aspectos que contribuyen a la disminución de su incidencia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al accidente cardiovascular (ACV) como el desarrollo de signos clínicos de alteración focal o global de la función cerebral, con síntomas que tienen una duración de 24 horas o más, o que pueden progresar hacia la muerte y no tienen otra causa aparente que un origen vascular. En esta definición se incluyen la hemorragia subaracnoidea, la hemorragia parenquimatosa y la lesión por isquemia.
La clasificación más sencilla separa al ACV en isquémico y hemorrágico. En el primer grupo se encuentran la isquemia cerebral transitoria, el infarto cerebral por trombosis, el infarto cerebral por embolismo y la enfermedad lacunar.
El segundo grupo comprende el ACV hemorrágico: en este grupo se encuentra la hemorragia intracerebral (parenquimatosa) y la hemorragia subaracnoidea espontánea1.
Conocer el tipo de ACV permite predecir su pronóstico, identificar y modificar los procesos fisiopatológicos involucrados, con el objetivo de disminuir la lesión en la fase aguda y el riesgo de recurrencia, planear las medidas de soporte hospitalario para el paciente, solicitar los estudios de gabinete adecuados y encaminar al paciente hacia un programa específico de rehabilitación.
El ACV constituye una de las primeras causas de morbilidad, mortalidad y limitación funcional en los países desarrollados. Los ACV causan de 10% a 12% de las muertes en los países industrializados, la mayoría (88%) en personas mayores de 65 años.
El ACV constituye la quinta causa de mortalidad en nuestro país (alrededor del 24% de la causas de defunción)2.
El pronóstico de los ACV depende de varios factores, entre los que sobresalen la edad (personas con mayor edad tienen un riesgo superior de sufrir ACV; por cada década después de los 55 años de edad, el riesgo se duplica y dos terceras partes de los casos de ACV se presentan en pacientes mayores de 65 años) -el sobrepeso (especialmente pacientes con obesidad abdominal con aumento del riesgo)- la diabetes (se asocia no solo a la presencia sino también a la recurrencia de AVC de forma precoz, así como al desarrollo de complicaciones neurológicas); tabaquismo (el riesgo de ACV es del doble con respecto a los no fumadores, y en aquellos que dejaron de fumar el riesgo disminuye de manera considerable), y la condición de salud previa (presencia de una o varias comorbilidades).
Diferentes estudios han demostrado que los pacientes con exceso de peso tienen un estado proinflamatorio y protrombótico que aumenta el riesgo de tener complicaciones. Alrededor de la mitad de todas las causas de muerte en el primer mes del ACV están asociadas con secuelas neurológicas. El 42% de los pacientes con ACV fallecen durante el primer año3.
REFERENCIAS:
1. Sacco RL. Risk factors and outcomes for isquemic stroke. Neurology 1995; 45 (suppl 1): s 10- s14.
2. Kiely DK. Wolf PA, Cupples LA, et al. Familial aggregation of stroke. The Framingham Study 1993; 24:1. 366-1.371. 3. Wolf PA, Cobb JL, D’Agostino RB, epidemiology of stroke. En: Barnett HJM, Mohr JP, Stein BM, eds. Stroke: Pathophysiology diagnosis, and management. 2nd ed. New York : Churchill Livingstone, 1992; 3 – 27.