Los trastornos del sueño ocasionan en el cuerpo alteración del ritmo circadiano y liberaciones de citocinas que de forma general están asociadas a la presencia de síndrome metabólico, de las cuales destaca el factor de necrosis tumoral alfa, interleucina1 e interleucina6.
La obesidad es una alteración de evolución crónica, no curable, que se refleja con aumento de peso provocado por la excesiva acumulación de tejido graso, consecuencia del desequilibrio entre la energía ingerida y la energía gastada. Es resultado de la interacción entre el genotipo y el ambiente que implica factores sociales y conductuales, culturales, psicológicos, metabólicos, hormonales y genéticos.
La obesidad constituye un problema de salud pública relacionado con alta comorbilidad: hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular, dislipidemia, diabetes tipo 2, síndrome metabólico, apnea del sueño, síndrome de hipoventilación, osteoartritis, infertilidad, enfermedad venosa de los miembros inferiores, reflujo gastroesofágico, incontinencia urinaria de esfuerzo.
De forma similar a otras enfermedades crónicas, la obesidad tiene importantes limitaciones y su control representa elevados costos de atención médica y terapéutica. Cifras de la Encuesta Nacional de Salud revelan que en México el 38.4% de la población padece sobrepeso y 24.6% es obesa.
La Universidad Autónoma de San Luis Potosí reportó una prevalencia de obesidad de 15.7% en los varones y de 26.6% en las mujeres. El grupo más afectado es el de varones entre 50 y 59 años (28.9%) y el de mujeres de 40 a 49 años de edad (47.8%). El Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán arroja cifras de estudios realizados en 11 diferentes regiones de la República Mexicana, con intervalos que varían de 27% a 60.3% para las mujeres y de 25.7% a 61.3% para los varones (promedio de 35.8%)1,2.
El insomnio es consecuencia de un sueño inadecuado, síntoma de alguna condición que interfiere con el dormir de una persona, resultado de factores biológicos, físicos, psicológicos y ambientales. Tradicionalmente se ha clasificado al insomnio según su naturaleza en: primario (que consiste en la dificultad para iniciar o conciliar el sueño); de mantenimiento (despertares frecuentes o prolongados); despertar temprano (pacientes que se levantan más temprano de lo que quisieran), y sueño no restaurador, a pesar de haber dormido un promedio adecuado de horas.
El National Institute of Mental Health (NIMH) Consensus Conference divide al insomnio en: transitorio (dura menos de una semana); ocasional o a corto plazo (de una a tres semanas), y crónico (tres semanas o más de duración). El insomnio es 1.3 veces más frecuente en la mujer que en el hombre y la incidencia se incrementa con la edad, toda vez que es 1.5 veces más frecuente en individuos mayores de 65 años que en los menores de esta edad.
Entre las causas de insomnio transitorio y ocasional tenemos: cambios en el ambiente para dormir, cambios en el horario de trabajo, ruido excesivo, eventos que producen estrés como pérdida de la pareja o de un familiar, pérdida de empleo, enfermedad aguda médica o quirúrgica y medicamentos. El insomnio crónico puede ser causado por el uso de drogas o alcohol, una variedad de trastornos médicos o psiquiátricos, y diversos trastornos primarios del sueño (obesidad y apnea obstructiva del sueño).
Se ha demostrado asociación entre el deterioro de la calidad de vida y la presencia de insomnio. Los diagnósticos de trastornos de la conducta alimentaria y del estado emocional del paciente obeso pueden resultar primordiales para establecer estrategias de tratamiento. Los efectos psicopatológicos de la obesidad han sido ampliamente descritos: Se ha reportada una mayor prevalencia de depresión, disminución de la autoestima y alteraciones de la imagen corporal. En particular las alteraciones de la imagen corporal parecen ser parte de la fisiopatogenia de los trastornos de la conducta alimentaria observada en los obesos.
Stunkard describió el trastorno alimentario por atracón (Binge Eating Disorder -BED-). Éste se caracteriza por la ingesta de grandes cantidades de alimentos en períodos cortos de tiempo y durante la ingestión de los mismos, los pacientes experimentan la sensación de pérdida de control. Esta alteración se ha encontrado en distintos grupos de obesos con una prevalencia que va del 7.6% hasta un 30%. Un poco más tarde se describió el llamado síndrome del comer nocturno (night-eating syndrome) que se caracteriza por anorexia matutina, hiperfagia por la noche, y en algunos casos insomnio. Afecta en mayor o menor grado de 10% a 64% de los obesos.
En cuanto a la prevalencia de ansiedad y depresión, ésta parece ser mayor que en la población no obesa. La disfunción sexual y de pareja se ha presentado más frecuente que en la población no obesa. El insomnio está asociado a mayor riesgo de tener dificultades en los estudios, el trabajo y relaciones interpersonales3,4,5.
Los pacientes con insomnio no suelen buscar ayuda profesional y tienden a automedicarse o a consumir alcohol, cafeína o tabaco para aliviar su sintomatología. Principalmente usando benzodiacepinas, cuyo principal problema radica en sus efectos secundarios: desarrollo de tolerancia, insomnio de rebote, alteración del rendimiento psicomotor, dependencia y depresión respiratoria.
REFERENCIAS:
- Magee C, Iverson D, Caputi P. Sleep Duration and Obesity in Middle-aged Australian Adults, Obesity (2010) 18, 420–421.
- Moldofsky H, Dickstein J. Sleep and cytokine immune functions in medical, psychiatric and primary sleep disorders. Sleep Medicine Reviews, 1999; 3; 4: 325-337.
- Spiegel K, Tasali E, Leproult R. Effects of poor and short sleep on glucose metabolism and obesity risk. Nat. Rev. Endocrinol. 2009; 5: 253–261.
- Marshalla N, Glozierb R, Grunstein R. Is sleep duration related to obesity? A critical review of the epidemiological evidence. Sleep Medicine Reviews 2008; 12, 289–298.
- Vgontzasa A, Bixlera E, Chrousos E. Sleep apnea is a manifestation of the metabolic syndrome, Sleep Medicine Reviews (2005) 9, 211–224.